viernes, 20 de noviembre de 2009

Invitación a la lectura: "Historia Verdadera"... pero falsa

Texto: José Alejandro Tropea
Segunda versión, ampliada, corregida y enriquecida, del artículo publicado el 9 de enero de 2009.

La novela corta "Historia Verdadera" de Luciano de Samosata (125-¿181?) es una verdadera joya literaria, una lectura deliciosa en el marco de una visión de los cielos inocente pero aceptable para la época. Luciano fue contemporáneo de Tolomeo (85-165, o tal vez 100-170), el último gran astrónomo de Alejandría, partidario del sistema geocéntrico y autor de un importante tratado astronómico (Almagesto, en la traducción árabe).

Para algunos especialistas en ciencia ficción la "Historia Verdadera" de Luciano es considerada como la primera en su género, y salvando las distancias, claro, se podría decir que esta novela imaginativa y satírica es una combinación de Star War, Flash Gordon y películas de ciencia ficción clase B de los cincuenta.
Otros podrán argumentar y objetar con razón que considerarla de ciencia ficción es forzar demasiado las cosas, pero al margen de las controversias el hecho es que más allá de las etiquetas, Luciano apela a un recurso similar, típico de muchas de las mejores obras de ciencia ficción, esto es, utiliza como medio para sus fines las imposibilidades científicas y tecnológicas de su época (y otras todavía en pie) como los viajes aéreos y espaciales, el encuentro con otras especies inteligentes, la acción en ambientes absolutamente hostiles o imposibles para la vida como la luna y el sol... y sus fines, a través de ese recurso, son satirizar, cuestionar y poner al descubierto una sociedad tan alejada de las utopías, como cualquier otra -de cualquier época- que se precie de "civilizada".
En un despliegue de fantasía y sátira desbordante entonces, a la altura de cualquier relato contemporáneo que queramos confrontar con esta "Historia verdadera", casi dos veces milenaria, Luciano nos lleva de la mano a través de una inesperada y deliberada travesía, que se inicia en el aire y el "espacio exterior", para después finalizar en el mar y en tierra firme.
Un relato que casi se diría que es un desafio para guionistas y productores de cine contemporáneos. Solo falta que alguien acepte el guante y adapte la idea a nuestro tiempo. Al que lo haga, sociedades "civilizadas" para demoler a golpe de sátira, no le van a faltar...

Antes de iniciar esta "narración de la narración" les aclaro que para estar más cerca de la obra voy a intercalar fragmentos originales. La fuente que utilizo es la hermosa y excelente edición española (casi un librito objeto) de la "Colección Maldoror, las ediciones liberales, editorial labor s.a." (así, con minúscula, figuran impresos los nombres propios de los datos). Con un magnífico prólogo de Fernando Savater y una impecable traducción de José Alsina (catedrático de Filología griega de la Universidad de Barcelona) el libro contiene además el Diálogo de las hetairas, Prometeo o el Cáucaso y Timón o el misántropo. Y si me disculpan la obsesión, he resaltado en negrita aquellas palabras relacionadas con la astronomía.



El comienzo de la narración

Luciano narra la historia en primera persona, aclarando que todo lo que va a decir nunca ocurrió, de ahí que el título es una ironía deliberada. Y no escatima palabras para dejarnos bien en claro cuales son sus intenciones, empezando por hablar sobre sus antecesores:

"...Ctesias de Cnido (médico e historiador del siglo IV a. C., escribió una historia de Persia y una descripción de la India, copiada en parte en Diodoro Sículo y utilizada por Plutarco en la vida de Artajerjes.) describió la India y cuanto hay en ella sin haberlo visto él mismo, ni habérselo oído contar a otro. Asimismo, Yambulo (autor anterior al siglo I a. C. Su obra, una especie de utopía recogida en parte por Diodoro, se ha perdido como la de Ctesias.) relató muchas maravillas acerca del gran mar, y los engaños que inventó son manifiestos para todos, aunque compuso el argumento con mucha gracia. Muchos otros narraron sus pretendidos viajes y exploraciones y describieron el tamaño de los animales, la crueldad del los hombres y sus extrañas costumbres; su guía y maestro en esta especie de charlatanería es el Ulises de Homero, que explicaba en la corte de Alcinoo historias sobre sumisiones de vientos, de cíclopes, caníbales y salvajes, y asimismo de animales policéfalos, de metamorfosis de sus compañeros por la acción de filtros y muchas otras farsas con las que engañaba a los ignorante feacios (Cf. Odisea IX-XII)..." (I, 3).

Y continúa, ahora ya confesando sus intenciones abiertamente:

"...Al conocer a todos estos no pude en absoluto censurarles sus mentiras viendo que ello se había convertido ya en algo ordinario incluso entre los que se declaran filósofos (un ataque a Platón), pero lo que me extrañó fue que pensaran que sus engaños pasaran inadvertidos. Por eso mismo, aspirando yo también por ambición a dejar alguna obra a la posteridad, y para no ser el único que no hubiese aprovechado la libertad de inventar historias, puesto que no podía contar ninguna verdadera -pues nada memorable me había sucedido- decidí recurrir al engaño pero con más honradez que los demás. Una sola verdad diré: que digo mentiras. Así creo escapar al reproche de mis lectores, al reconocer yo mismo que no digo la verdad. Por lo tanto escribo sobre hechos que nunca vi, ni nunca me ocurrieron, ni los sé por otros, y además acerca de sucesos que nunca existieron ni pueden llegar a suceder (ustedes comprobarán que en esto último se equivoca, pero claro, debieron pasar casi 2000 años). Por lo tanto mis lectores no deben otorgarme el menor crédito..." (I, 4).

Y en este párrafo Luciano inicia el relato propiamente dicho. Todo comienza con una travesía en barco cuidadosamente planificada hasta el último detalle.

"...En cierta ocasión zarpé de las columnas de Heracles, en dirección al Océano Hesperia (o sea en dirección al Océano Atlántico) y me embarqué con viento favorable. La causa de mi viaje y su objetivo eran la curiosidad, mi deseo de novedades, mi afán por conocer qué límite tenía el océano y qué hombres habitaban la orilla opuesta (el océano era considerado entonces un río que daba vueltas alrededor de la tierra). Para ello había preparado gran cantidad de provisiones, había almacenado agua suficiente y reunido a cincuenta compañeros míos animados de iguales deseos; también preparé una buena cantidad de armas; conseguí, convenciéndole a precio de oro, los servicios del mejor piloto e hice reparar mi barco, un bergantín, para la navegación larga y difícil que íbamos a emprender..." (I, 5)

Pero los planes de Luciano se frustran y lo que debía ser una travesía relativamente convencional se convierte en una "odisea espacial" en el siglo II d. C.

"...Al romper el día zarpamos con brisa suave. Pero a mediodía, repentinamente, cuando ya la isla estaba fuera del alcance de nuestra vista, se produjo un torbellino que hizo girar la nave, la levantó unos trescientos estadios y ya no la dejó caer sobre el mar, sino que la mantuvo suspendida en el aire, arrastrada por el viento que soplaba contra las velas y henchía la lona..." (I, 9).

Después de varias peripecias, llevándoles no mucho más tiempo que a Apolo 11, Luciano y el resto de los acompañantes llegan a la Luna

"...Estuvimos volando así por los aires siete días y otras noches y al octavo vislumbramos una gran tierra en el aire, como una isla, brillante y redonda, resplandeciendo con luz deslumbrante; nos acercamos a ella, anclamos y desembarcamos. Al recorrer el país, descubrimos que estaba habitada y cultivada. De día, desde allí no se veía nada, pero al llegar la noche se nos aparecieron bastante cerca otras muchas islas, unas mayores, otras más pequeñas, de color semejante al fuego, y asimismo otra tierra, debajo de nosotros, con ciudades, ríos, mares, selvas y montañas. Conjeturamos que ésta era la Tierra habitada por nosotros..." (párrafo 10).

"...Nos dijo (Endimión, el rey de la Luna) que aquella tierra era la Luna que nosotros veíamos brillar desde la Tierra.." (I, 11).

Luciano y sus compañeros de viaje quedan involucrados en la guerra que sostienen los habitantes de la Luna contra los habitantes del Sol. El motivo de la disputa fue el intento del rey de la Luna, Endimión, de fundar una colonia en el Lucero del Alba (Venus), que estaba desierto y deshabitado, pero Faetonte, el rey del Sol, se lo impidió. A la llegada de Luciano se inician los combates. Aquí Luciano hace una detallada descripción de los ejércitos de ambos bandos. Del lado de la Luna, por ejemplo:

"...acudieron en su ayuda los aliados de la Osa Mayor, treinta mil Psilótocos (arqueros montados sobre una pulga) y cincuenta mil Anemódromos (corredores llevados por el viento)... (...) ...La infantería constaba de unos sesenta mil soldados, ordenados así: en aquel país las arañas son abundantes y enormes, cada una mucho mayor que las islas Cícladas; Endimión les hizo el encargo de tejer una tela entre la Luna y el Lucero del Alba. En cuanto estuvo acabada y se hubo formado así una llanura, sobre ésta colocó en orden de batalla a la infantería, al mando de Nicterión (El Nocturno, hijo del Buen Tiempo, enemigo por naturaleza del Sol), hijo de Eudianacto, y de otros dos generales..." (I, 13 y I, 15).

Y continúa Luciano explayándose. Menciona a los Aerocónopes (mosquitos aéreos), los Aerocardaces (danzantes aéreos) de la infantería ligera, los Caulomicetes (soldados armados con un champiñón y un tallo), para terminar su descripción así:

"...Cerca de ellos estaban los Cinobalanos (glande de perro), enviados por los habitantes de Sirio, en total de cinco mil hombres con cara de perro que luchaban sobre bellotas aladas. Se decía que de entre los aliados de Faetonte se retrasaron los honderos enviados desde la Vía Láctea y los Nefelocentauros (Nubes-centauro); en efecto, éstos llegaron cuando el combate estaba decidido..." (I, 16).

Los habitantes de la Luna ganan esa batalla y regresan victoriosos a su tierra. Pero la guerra no está terminada ni ganada. Están llegando los retrasados Nefelocentauros aliados de Faetonte:

"...vimos que se acercaban. Constituían un espectáculo realmente extraordinario, mezcla de caballos alados y hombres... (...) ...En cuanto a número, no lo voy a dar para que no parezca increíble, dada su magnitud. Tenían por jefe al Arquero del Zodíaco. Al enterarse de la derrota de sus amigos, enviaron un mensaje a Faetonte pidiéndole que atacara de nuevo, y ellos mismos, dispuestos en orden de batalla, cayeron sobre los habitantes de la Luna dispersos y en desorden a causa de la persecución y del pillaje al que se habían entregado, los pusieron en fuga a todos, y persiguieron al propio rey hasta la ciudad, matando así a la mayor parte de sus buitres... (...) ... En cuanto a nosotros, el mismo día, nos condujeron al Sol, con las manos atadas a la espalda con un trozo de telaraña..." (I, 18).

Los Solares, vencedores, no asaltaron la ciudad; sin embargo...

"...al retirarse, construyeron un muro en medio de los aires para que los rayos del Sol no llegasen a la Luna. El muro era doble y estaba hecho de nubes, de modo que produjo un verdadero eclipse de Luna y ésta se vio completamente sumida en una continua noche......" (I, 19).

Aquí viene la propuesta y la súplica de los perdedores

"...Endimión, abrumado por estas medidas, envió embajadores al Sol suplicando que derribasen la construcción y no los dejasen en las tinieblas; por su parte prometió pagar tributos, ser su aliado, no hacerles la guerra, y estuvo de acuerdo en entregarles rehenes como garantía. Faetonte y los suyos celebraron una asamblea en la que no se apaciguó su resentimiento, pero en la siguiente cambiaron de opinión, y se hizo la paz en estos términos: Conforme al tratado que hicieron los habitantes del Sol y sus aliados con los de la Luna y los suyos: los Solares destruirán la fortificación, cesarán en sus ataques a la Luna y devolverán los prisioneros de guerra, cada uno según una cantidad estipulada. Los habitantes de la Luna dejarán en libertad a los demás astros y no dirigirán las armas contra los Solares; y se aliarán ambos entre sí en el caso de ser atacados por un tercero...Fundarán en común la colonia en el Lucero del Alba (Venus) y podrán participar en ella, además, quienes lo deseen de otros astros..." (I, 19 y I, 20).

Así se firmó la paz. Inmediatamente se destruyó el muro y se liberaron los prisioneros de guerra. A continuación Luciano hace una extensa y detallada descripción de todo lo que observó durante su estancia en la Luna: usos y costumbres, particularidades del modo de reproducción sexual, alimentos y bebidas... Y aparece otro cuerpo celeste muy conocidos por todos nosotros:

"...En los cometas (para su época la palabra cometa significa "astro con cabellera"), por el contrario, tienen por bellos a los peludos: vinieron algunos y nos hablaron de ésto. Les nacen barbas un poco encima de las rodillas. Carecen de uñas en los pies, y además todos poseen un solo dedo. Encima de las nalgas les crece una especie de col. como una gran cola, que siempre es verde y que no se rompe si se caen de espaldas..." (párrafo 23).

Un párrafo interesante de esta descripción tal vez sea este, donde obviamente sin saberlo, ni proponérselo, ni importarle (a Luciano) se adelanta a las "transmisiones televisivas Tierra-Luna" de 1969 en adelante:

"...Y aún presencié en el palacio real otra maravilla: un inmenso espejo colocado sobre un pozo no muy profundo. Cuando se baja a éste, se oye todo cuanto se dice en la Tierra, y si se mira en el espejo, se ven todas las ciudades y pueblos como si estuvieras en medio de ellos. En aquella ocasión pude ver a mi familia y a mi patria entera, pero si aquéllos me vieron también, no puedo decirlo con seguridad. El que no crea que aquéllo es cierto, si algún día llega allá, verá como digo verdad..." (I, 26).

En su regreso a la Tierra, ya iniciada la navegación descendente, conocen nuevos lugares:

"Navegamos durante toda la noche y al día siguiente, al atardecer, cuando ya habíamos iniciado la navegación descendente llegamos a la llamada ciudad de las Lámparas. Esta ciudad está situada entre la zona de las Pléyades y la de las Híadas y mucho más baja que el Zodíaco. Al desembarcar no hallamos a ningún ser humano sino muchas lámparas que paseaban por la plaza y en los alrededores del puerto; unas eran pequeñas y parecían pobres; unas pocas, grandes y poderosas resplandecían y brillaban ostentosamente... Pasamos aquella noche allí, y al día siguiente levamos anclas y partimos rumbo a la región de las nubes... Al cabo de dos días ya vimos con toda claridad el Océano, pero no tierra, excepto las que se hallan en el aire, que se mostraban extremadamente brillantes y de color fuego. Al cuarto día, cerca del mediodía, el viento, que soplaba débilmente, cesó y pudimos posarnos sobre el mar (¡como las cápsulas a su regreso de la luna!, diría un defensor de "Historia verdadera" como obra de "ciencia-ficción") ..." (I, 29).

El resto de la historia transcurre en el mar y en tierra firme. En esa continuación del relato Luciano involucra, no sin destilar ironía y sarcasmo, a Empédocles, Pitágoras, Lucrecio y Homero, entre otras "celebridades". También, porque no, se da el lujo, otra vez sin proponérselo ni saberlo, de adelantarse a Melville y su Moby Dick, contando como vivió parte de esta "historia verdadera" en el interior de una ballena.

Una representación tradicional del paradigma vigente en el siglo II d. C, el sistema geocéntrico de Tolomeo

Imagen de Luciano de Samosata:
Crédito: Wikipedia

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