La fuente de este texto es el libro "Fantasmas para siempre" (The ghosts of forever), de Ray Bradbury (el texto) y Aldo Sessa (la imagen), con traducción de Patricio Canto. Fue editado en una serie bilingüe, limitada y numerada, en 1980, de Ediciones Librería La Ciudad, Editorial CREA S.A. y Cosmogonías S.A.
Dijeron: oh, niño, aparta los ojos.
¿Apartar los ojos? dije. ¿Apartarlos de los vertiginosos cielos
donde surgen y giran los astros
colmando mi corazón y haciéndome sentir que soy capaz
por esta noche y otra noche y otra noche
de vivir por siempre y no morir?
¿Desviar la mirada, cerrar mi voluntad y mi alma a esto?
¿A esta alegría, a este ígneo deleite que me lleva a deslizarme
en medio de la noche y echarme en la hierba,
un niño a solas con el Universo,
con el canto y el poema de Dios en la cabeza,
para leer, conocer, cantar?
¿No saber nada de esto, volverme ciego?
¡No! ¡Dios quiere que así sea! Puso en mi sangre los destellos refulgentes
que me inspiran, me iluminan, me encienden y me aterran de amor.
Leves destellos, inmenso Sol...
Todo uno: es lo mismo
LLamarada o tenue fuego
yo conozco y guardo todo en los ojos, el corazón y la mente.
El sabor de la noche se demora en mi lengua. Y lo digo
para que otros, no invitados por sí mismos, durmientes y no bravos,
sepan lo que este niño sabe y sabrá siempre:
el Universo está poblado de fuegos y de luz
y no somos más que soles más pequeños, envueltos en piel y atrapados,
mantenidos en altares de sangre y de valiosos huesos,
que rechazan la noche.
¿Apartar los ojos? dije. ¿Apartarlos de los vertiginosos cielos
donde surgen y giran los astros
colmando mi corazón y haciéndome sentir que soy capaz
por esta noche y otra noche y otra noche
de vivir por siempre y no morir?
¿Desviar la mirada, cerrar mi voluntad y mi alma a esto?
¿A esta alegría, a este ígneo deleite que me lleva a deslizarme
en medio de la noche y echarme en la hierba,
un niño a solas con el Universo,
con el canto y el poema de Dios en la cabeza,
para leer, conocer, cantar?
¿No saber nada de esto, volverme ciego?
¡No! ¡Dios quiere que así sea! Puso en mi sangre los destellos refulgentes
que me inspiran, me iluminan, me encienden y me aterran de amor.
Leves destellos, inmenso Sol...
Todo uno: es lo mismo
LLamarada o tenue fuego
yo conozco y guardo todo en los ojos, el corazón y la mente.
El sabor de la noche se demora en mi lengua. Y lo digo
para que otros, no invitados por sí mismos, durmientes y no bravos,
sepan lo que este niño sabe y sabrá siempre:
el Universo está poblado de fuegos y de luz
y no somos más que soles más pequeños, envueltos en piel y atrapados,
mantenidos en altares de sangre y de valiosos huesos,
que rechazan la noche.
Imagen:
Ray Bradbury. Crédito: Wikipedia.
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